
Como cada año, nuestra comunidad educativa se ha esforzado para llevar a cabo esta fiesta agustiniana, en medio de actividades recreativas, deportivas, culturales, de aprendizaje y por supuesto espiritual. Se elige esta fecha de abril, como recordatorio de un episodio que marcó un antes y después en la vida de nuestro maestro Agustín, quien es ejemplo de vida cristiana. Un hombre de incansable espíritu, sabiduría y valentía, quien, a pesar de las limitaciones de su época, no se conformó con lo que ya conocía, sino que siguió su corazón y razón hacia la verdadera felicidad: Dios verdadero. “Un corazón inquieto” y con sed de Dios, que solo halló plenitud en la palabra santa. San Agustín cuestionó su vida, investigó y actuó en consecuencia.

La vida en comunidad y fraternidad fueron clave en la historia de San Agustín. El compartir, reír y conocer los gustos, talentos y aspiraciones del otro, nos acerca y propicia la hermandad, la empatía. Es por ello que en el Agustiniano Cristo Rey es tan importante esta festividad, la cual se planifica con gran esmero y el aporte de todos. Se hace un breve alto en las clases convencionales, pero no en el aprendizaje.

La presencia y aporte de los estudiantes, quienes no solo participan, sino que también son protagonistas en la organización, nos llena de orgullo y entusiasmo. Saber que no solo pueden brillar en lo académico, sino que también se destacan en varias disciplinas y facetas. Algo muy importante… se desarrolla la capacidad de asumir retos, adaptarse y trabajar en equipo para un bien común.
Fue una gran semana en donde se logró disfrutar de distintos espacios y actividades: competencias deportivas, desfile, baile, canto, conferencias, entre otros, siempre considerando integrar los estilos y gustos y sobre todo, que cada alumno descubra sus fortalezas y dones.

Actividad especial por el Día del libro y del Idioma

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Diversas actividades deportivas y artísticas





Siempre es necesario nutrir el espíritu La eucaristía de la semana se celebró el día jueves, por nivel, en el polideportivo del colegio. Se destacó la idea de no perder de vista el norte y el propósito de la vida y que, como San Agustín, debemos ponernos en movimiento y buscar lo que realmente nos haga mejores y felices. La felicidad se alcanza con la paz y el amor, siendo Dios el verdadero camino.

Que la vida tenga un propósito para luego estar orgullosos y dejar un legado, así como fue el caso del Papa Francisco, por quien también se ofreció la misa en su memoria. Han existido a lo largo de la historia, hombres y mujeres de fe, dignos de ser testimonio del paso de Cristo en sus vidas.
Estudiantes y docentes compartieron ese momento de oración y recogimiento, desatacando los valores de San Agustín y el impacto de su conversión. Mediante palabras sencillas y ejemplos, el Fray celebrante de la eucaristía, logró acercar a los jóvenes a la meditación y autoexamen. Sin duda, una gran jornada llena de emociones.


Sobre la conversión de San Agustín ¿Qué significa realmente la conversión en nuestras vidas? San Agustín, uno de los grandes pensadores de la historia de la Iglesia, nos muestra que la conversión no es solo un evento aislado, sino un camino continuo que abarca todos los momentos de nuestra existencia.
Benedicto XVI nos recuerda que la conversión de Agustín fue un proceso que abarcó toda su vida. Esto nos invita a pensar que, al igual que él, cada uno de nosotros está en un viaje hacia un cambio profundo. Este camino no es fácil; implica dejar atrás viejas formas de pensar y actuar, y abrir nuestro corazón a la gracia de Dios. La gracia, como nos enseña Agustín, es el fuego que transforma nuestro ser. Este fuego divino quema lo que nos aleja de Dios y nos renueva, permitiéndonos nacer de nuevo en el amor.
San Agustín también nos habla del amor como el núcleo de la conversión. Nos recuerda que el corazón humano está hecho para amar y que, para encontrar nuestra plenitud, debemos elegir sabiamente a qué o a quién amamos. Debemos ordenar nuestros amores: amar a Dios sobre todas las cosas y, a partir de ese amor, aprender a amarnos a nosotros mismos y a los demás.
Como él mismo dice, “Cada uno es tal cual es su amor”. Esto significa que, si amamos las cosas del mundo, nos convertimos en lo que amamos. Pero si elegimos amar a Dios, seremos transformados a su imagen. La conversión, entonces, es un restablecimiento del orden del amor en nuestras vidas.
Pregúntense: ¿qué amores necesitan ser ordenados en mi vida? ¿Qué debo dejar atrás para permitir que el amor de Dios llene mi corazón? Recuerden que la conversión es un camino, un viaje que nunca termina, donde cada paso nos acerca más a la plenitud del amor divino.

Artículo elaborado por: Profesora Zaidy Mancera
Colaboración: Profesor Anderson Castro
 
 
